Cuando todavía los caminos no estaban bien demarcados y los animales buscaban el mejor recodo para avanzar entre la arena, el hielo o los pastos duros de la estepa, ya existía toda una red de fortalezas -conocidas como «Catedrales de la estepa»- dispuestas como oasis para los viajeros en medio de la nada y que se convirtieron en el antecedente de una red social por los contactos culturales que allí se daban.
Dispersas a intervalos de un día de marcha –alrededor de 30 km actuales- recibían a los viajeros que surcaban los infernales paisajes entre un extremo y otro de la tierra conocida.
Toda una red de albergues creados a lo largo de la ruta que otorgaban comida, baño, alojamiento, cuidados médicos, provisiones y forraje para los animales gratis durante tres días y fueron un antecedente, corpóreo no virtual, de lo que hoy conocemos como una red social.
Los caravasares (en persa “Kārwān”, caravana, y “Saray”, palacio) eran recintos de altos muros, torres de vigilancia y contrafuertes que luego serán llamados “catedrales de la estepa” aunque en esos altares la hospitalidad era generalmente musulmana.
Las caravanas debían cambiar sus recorridos de acuerdo a las guerras, las alianzas, las tasas que imponían los intermediarios, los ladrones, asaltadores, enfermedades, epidemias… por ello las rutas se ampliaron a través de esta red de caravasares donde los mercaderes además de descansar, intercambiaban sus mercancías con los pastores locales. Allí acudían las tribus cercanas para vender sus artesanías y productos y los caravasares se convertían en inmensos mercados, donde también confluían exploradores y viajeros, misioneros y peregrinos, traductores y diplomáticos, espías y soldados.
Podían ser también lugares de intrigas, venganzas y emboscadas. No faltaban peleas, conflictos y muerte pero sobraban contactos culturales, difusión de ideas y conocimientos. Un bullicio de tradiciones e idiomas, comida caliente y vino que, desde la Alta Edad Media y algunos hasta el siglo XX, otorgaron cama, protección y vínculos para los infatigables y tercos viajeros.