Tenía apenas ocho años cuando mi primo me regaló su colección de estampillas y desató vientos huracanados en mi cabeza. 

Vivía en un pequeño pueblo siguiendo normas y convenciones, mandatos y creencias que otros habían dictado para mí. Pero definitivamente no encajaba, necesitaba traspasar esos límites. Me escabullía en la biblioteca a mirar atlas y estudiar mapas, devoraba libros y enciclopedias porque las ansias de conocer y descubrir el mundo eran incontrolables. 

India incluso Jugoslavija o Nederland…
Pero… ¿dónde quedaba “Eritrea”, “Samoa”, “Pakistán” o “Republique Libanaise”?

¿Qué significaba “Magyar” o “DDR”, “Osterreich” o “Helvetia”?

Nunca había oído hablar de “Ceylon” porque ahora se llamaba Sri Lanka, pero ¿por qué había cambiado de nombre, qué había pasado?

Y ¿por qué la misma reina aparecía en los sellos del Reino Unido y Nueva Zelanda?

Investigué, averigüé, leí y descubrí historias, personajes, territorios, culturas. Esa pequeña caja se convirtió en un avión que me llevó a volar alrededor del mundo y de erizo enrollado, asustado y extendiendo sus púas me convertí en un auténtico “erizo fisgón”. Ya no podía quedarme entre las fronteras en las que había nacido, necesitaba viajar, descubrir, aprender, devorar todo lo que el mundo tenía para dar… ¡y contarlo!

Así nació Se me antoja el mundo, mucho antes que este proyecto vea la luz.