Es tiempo de firas y mercats de Nadal. La ciudad se ilumina de colores por la noche y el clima navideño se vive intensamente a pesar de la crisis y la política. Betty Boop y yo pasamos nuestra primera Navidad en Barcelona en 2017 y recorriendo esas ferias nos sorprendieron varios personajes novedosos para nuestros rituales más influenciados por el típico Santa Claus de la cultura norteamericana. Rápidamente nos queda claro que aquí se rinde homenaje a otras figuras. Principalmente el cagatió y el caganer.
Cagatió
Quizás el más popular es el Cagatió. El tió –tronco en catalán- es un trozo de leño que llega a las casas unos días antes de Navidad y al cual habrá que alimentar cada noche para que el día de la fiesta devuelva lo consumido en forma de obsequios. La costumbre proviene de la Cataluña rural donde el leño era símbolo de abundancia: del tronco seco aflora comida y dulces, representando el ciclo de la naturaleza. El tió traía la sopa y la comida para la celebración y una vez finalizada la fiesta, el tronco era quemado y sus cenizas reutilizadas en el campo.
Actualmente la tradición se ha adaptado a los hogares citadinos y el tió será golpeado por los niños con bastones de madera mientras se canta una canción -de la cual hay infinitas variantes según la tradición familiar- hasta que el tronco cague los obsequios: turrones, postres y últimamente, más acorde con los tiempos actuales, juguetes.
Una costumbre que emociona a niños y adultos y que Betty Boop adoptó rápidamente. Como pensábamos quedarnos todo diciembre en Barcelona compramos nuestro propio cagatió y lo alimentamos cada noche con la inocencia intacta de la magia infantil.
Caganer
Otro personaje peculiar de una Navidad en Barcelona es el Caganer, definitivamente son unas navidades muy escatológicas.
Aparentemente esta figura aparece también en los pesebres de otras culturas -no es exclusiva del folklore catalán como el Cagatió-, pero es aquí en Cataluña donde ha adquirido una relevancia notable.
La figura ya aparece en grabados de antiguas baldosas y hacia el s. XVII o XVIII es incorporado al pesebre como contrapunto popular de la mística religiosa. Un pastor con barretina, nalgas al aire, incluso fumando su pipa y cagando desprejuiciadamente frente a toda la solemne comitiva cristiana.
Me resulta fascinante que en tiempos de absoluto ceremonial el imaginario social haya incorporado un personaje tan a contracorriente. Una imagen del ingenio y la insolencia popular que no habrá gustado demasiado al clero.
En la actualidad el Caganer ha adquirido tanta popularidad que los artesanos recrean personajes famosos: desde futbolistas y figuras mediáticas, pasando por el papa y toda la trupe de políticos locales e internacionales. El perfil desafiante de la estatuilla invita a todo tipo de broma y utilización, incluso política.
Obvio, también ahora, están quienes no comprenden qué representa un personaje tan ramplón en medio del pesebre y tampoco faltan los que se horrorizan por más que el abono a la tierra también significa prosperidad para el año por venir.
La controversia lleva siglos sin resolverse y sin dudas continuará…