Viajar con niños es un gran desafío pero de ninguna manera tener hijos es motivo para dejar de viajar y movernos por el mundo si esa es nuestra  pasión. Esta es mi historia, mi experiencia y también mi opinión respecto a por qué como m(p)adres deberíamos viajar con niños, otorgarles ese privilegio de ver el mundo desde pequeños y cómo esto enriquece la relación con tus pequeños.

Lucrecia

Amo viajar desde que tengo recuerdos. Pero cuando quedé embarazada muchos amigos nos decían: “…ahora si se les terminó la joda…” Otros hasta se reían: “…ah, ¿si? ¡Ahora te quiero ver! que hicimos 6000 km allá, 3000 por acá…”

¡Guauuu! ¡Realmente lograron asustarnos! ¡Era nuestro primer hijo y ellos ya tenían dos, algunos tres! ¡Eran los experimentados! ¿Sería tan terrible viajar con niños? ¿Habría que dejar de hacer todo lo que te gusta cuando tenés un hijo?

Habíamos pensado que con algo de buena onda y mayores precauciones podríamos seguir haciendo lo que más nos gustaba: ¡viajar! ¿Seríamos tan ilusos? Realmente lograron hacernos dudar. Veníamos viajando en pareja durante los últimos 10 años y no imaginábamos dejar de hacerlo.

Betty Boop

Apenas al nacer, muchos comenzaron a llamarla Betty Boop por sus enormes ojazos, sus labios carnosos y una mirada tan inocente como pícara.

Betty Boop nació sobre ruedas. Desde bebé, cuando el auto se detenía se despertaba automáticamente y gritaba, lloraba y pataleaba hasta que volvía a ponerse en marcha. Luego con dos o tres años cuando veía las rejas verdes del frente de casa gritaba, lloraba y pataleaba “¡a casa noooo!”. Ya más grande dejó de hacer berrinches y pasó a proponer: “¿Podemos ir a la muralla china mamá?, ¿Podemos ir a la playa de Brasil?, ¿Podemos ir…, ¿Podemos ir…”

Viajar con niños es posible

Hicimos un cóctel de 9 oz de pasión, 1 oz de paciencia y ½ oz de inconsciencia, más algunas gotas de “¡vamos a demostrarles a esas malas ondas que podemos!” (y sí, a veces lo negativo funciona como estímulo ¿verdad?), organizamos un primer viaje con la bebé de 1 mes y unos días.

Como todos los que se inician en algo, comenzamos de a poco, solo 4 días a un destino cercano. Y funcionó de maravillas, Betty Boop dormía o miraba el paisaje por la ventanilla.

Asique el segundo viaje ya nos animamos un poco más lejos. Y así fuimos sumando kilómetros y tiempo a medida que la bebé crecía y los m(p)adres perdían los miedos. Con un año la subimos a un avión y cruzamos el océano. Hicimos varios viajes como familia, pero luego perdí a mi compañero de aventuras y comenzó un viaje diferente.

La familia en Villa Gral Belgrano

Primero creí que las aventuras se habían terminado, luego con el mundo patas para arriba me di cuenta que los viajes eran el motor de mi vida, que me apasiona estar en movimiento, descubrir lugares y culturas. Asique busqué la forma de seguir viajando y en esa búsqueda encontré a la mejor compañera de viajes que podía hallar….Betty Boop.

Comenzamos haciendo viajes con familia y amigos. Luego probamos una semana solas en Madrid, y en febrero de 2017 nos aventuramos en nuestro primer viaje de un mes las dos solas. Y ahí descubrí que ella era la mejor compañera de viajes que podía tener. Ya con 7 años Betty Boop elegía destinos, armaba planes, se aprendía las estaciones de subte y llevaba su propio cuaderno de viajes.

El viaje debe adaptarse al niño y el niño al viaje.

Viajar con niños es una experiencia fabulosa para los peques y los m(p)adres. Es un estímulo mutuo, un aprendizaje para ambos, una manera de educarlos que ninguna escuela puede suplantar. Yo aportaba mi mirada adulta cargada de información, de datos, de expectativas. Y Betty Boop la mirada infantil llena de inocencia, de ansias, desprejuiciada y honesta.

Betty Boop ya está grande, seguimos viajando juntas y ese estímulo mutuo se acrecienta con su propio crecimiento.

Por eso estas páginas tienen como objetivo mostrar que se puede viajar con niños si ese es tu deseo. Un niño en tu vida no es un obstáculo sino un estímulo para viajar. No hay momento de mayor vinculación con tu peque que ese instante en que ambos están fascinados por lo que ven y pueden compartirlo.

Viajar derrumba fronteras. No solo las fronteras nacionales, sino especialmente los prejuicios sociales, de género, de religión; los estereotipos sexuales, de clase, de color…. También nuestras propias fronteras interiores, nuestros límites, los mandatos que nos inculcaron y aquellos que fuimos adoptando en el camino. ¿Qué mejor aprendizaje compartido que derribar esas fronteras junto a tu peque?

Si se preguntan ¿Cómo hacer? Es simple: solo hay que tomar los recaudos necesarios, no olvidar ningún elemento imprescindible y finalmente entender que el viaje debe adaptarse al niño y el niño al viaje en un equilibrio cuasi mágico donde debe haber diversión para ambos.

Yo siento que es una dosis inmensa de amor darle alas para volar y ¿qué son los viajes sino eso?

Betty Boop y mamá con Santa Claus en París