Los romanos legaron a la humanidad impresionantes acueductos, pero no fueron los únicos en transportar el agua hasta los sitios donde la población la necesitaba.
Dos ancianos miran contrariados como el puente que cruzan a diario con su burro y su carro es arrastrado por el río. El diablo les promete construir otro puente en una sola noche a cambio del alma del primer ser vivo que lo cruzase.
El agua era un elemento fundamental de la cultura romana. No solo la utilizaban para las necesidades básicas de higiene y alimentación, sino también como elemento de decoración y de placer en baños y termas, por lo cual perfeccionaron tecnologías para el transporte y abastecimiento de este elemento esencial.
Una de esas técnicas fue la construcción de grandes acueductos que traían el agua desde los manantiales y fuentes naturales hasta los depósitos de las ciudades. Allí se la almacenaba para garantizar el suministro tanto en caso de asedios como para épocas de sequías.
En Tarragona la estructura de doble hilera de arcos construida por los ingenieros romanos en el s. I a. c., mide 217 metros y sortea un desnivel de 27 metros de altura. Nadie lo conoce como acueducto romano, todos lo llaman Puente del Diablo.
Sin dudas los romanos sabían cómo mover y usar el agua y los acueductos que legaron a la humanidad son prueba de ello.
Pero mucho antes los diferentes pueblos que habitaron Asia desde Mesopotamia hasta China ya habían desarrollado unos túneles subterráneos llamados qanats que recorrían desde las colinas hasta las aldeas transportando ese líquido vital. El que proveía agua a la capital asiria de Nimrud, el de Alepo en Siria, el de Irbil en Kurdistán o el construido en Egipto por un capitán naval del rey Darío de Persia, todos construidos desde el 1200 a. c. sin ningún instrumento de agrimensura, solo con la pericia de sus ingenieros que seguían el curso natural del agua abriéndose camino hacia abajo entre la arena y las rocas.
En América, las culturas precolombinas también usarán estos sistemas de canalización y transporte de agua entre 600 y 700 años después que los romanos dejaran sus huellas por los territorios conquistados y sin haber tenido contacto entre sí.
¿Habrá sido el diablo el que construyó estas obras de ingeniería tan similares entre sí pero en espacios y tiempos tan diversos?