A veces la literatura no solo emociona, también te revoluciona.

Un pequeño compendio de hojas de papel y palabras certeramente ensambladas puede cambiar el devenir del tiempo. El libro “La elegancia del erizo” de Muriel Barbery me enamoró pero también agitó mis miedos y mis deseos, se apropió de mí y yo de él.

Esto no es un análisis sino una reflexión sobre lo que a mí me pasó al leerlo y proponerte que te dejes sacudir leyéndolo. Habrá muchas referencias a este libro en esta web porque refleja casi todos los temas de la vida, habla de filosofía y Arte, de los problemas individuales y de los colectivos, de la educación y la cultura, de la muerte y de la belleza de la vida.

“La señora Michel tiene la elegancia del erizo: por fuera está cubierta de púas, una verdadera fortaleza, pero intuyo que, por dentro, tiene el mismo refinamiento sencillo de los erizos, que son animalillos falsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes”

La novela se desarrolla en el n° 7 Rue de Grenelle, en París. En un palacete ubicado en un barrio de clase media alta entre el Hotel de los Inválidos y los Jardines de Luxemburgo.

Los personajes principales de la historia son dos voces, dos narradoras: Renée y Paloma. Ambas esconden lo que son porque viven en una tribu en la que no encajan, una manada para la cual todo lo diferente resulta invisible porque solo se miran a sí mismos.

 

Personajes de La Elegancia del Erizo

Renée es la portera del edificio y Paloma una niña de 12 años que vive con su familia en el piso 5 de la propiedad.  Son diferentes, muy diferentes. Una es vieja, la otra apenas una niña; una pertenece a la clase trabajadora, pobre y subordinada, la otra a la clase distinguida, rica y dominante; una ha sufrido ya mucho, la otra es consciente de lo que le espera por sufrir.

Renée vive en la planta baja y para “perpetuar el juego de las jerarquías sociales” se esconde detrás de la máscara estereotipada de lo que se supone debiera ser una portera. Pobre. Ignorante. Bruta. Que come comida de pobres. Que ve la TV todo el día por inculta. Con un gato rechoncho. Y, obviamente, chusma. Mientras… en su cuarto secreto y clandestino -su madriguera- vive como le place, da rienda suelta a su verdadero ser. Renée se pasa la vida siendo lo que no es y ocultando lo que es. Para Aparecer debe Desaparecer. Para ser Visible debe hacerse Invisible.

La otra protagonista, Paloma sabe exactamente el día de su muerte porque está decidida a tomar el asunto en sus propias manos. Es una niña excepcionalmente inteligente -aunque trata de ocultarlo y no llamar la atención- que se cuestiona si hay un sentido para la vida. No quiere llegar a adulta porque los adultos que la rodean son seres que pretendían “perseguir estrellas pero termina(n) como peces de colores en una pecera”. Paloma sabe cuál es el destino que le espera de adulta y no está dispuesta a aceptarlo, antes prefiere morir.

Son muy diferentes y sin embargo tienen dolores similares y utilizan el mismo escape para sobrevivir: el Arte, esa eclosión de belleza que muestra la eternidad en un instante.

Hay otros personajes que viven fuera de la pecera: Manuela, la única amiga de Renée; su gato León y quien viene a irrumpir esa linealidad del tiempo, ese sinsentido de la vida, un iluminado e iluminador: el señor Ozu.

Kakuro Ozu las ve. Las desenmascara y con ello les desnuda el alma.

En ese ambiente de tradición, hipocresía, arquetipos y resignación donde cada uno representa su papel de un guion tácito pero inapelable, en el cual todos tienen el destino escrito en la frente … de repente irrumpe la novedad, el cambio, lo diferente.

Tan aterrador pero excitante.

Un acontecimiento que rompe el tiempo lineal, el status quo y produce la incerteza del futuro, la tormenta de la ruptura espacio-temporal y emocional.

Kakuro derrumba las fronteras de Renée y de Paloma, las comprende porque las ve, las mira. Además, habla su mismo idioma: el del Arte que hace tolerable la certeza de la muerte, que nos permite contemplar lo bello, lo atemporal… lo eterno.

Ambas comprenden que con la compañía adecuada es posible dejar de esconderse, encontrar las camelias que te salvan: esos instantes que abren un paréntesis en el tiempo, esos instantes de belleza y eternidad. “Quizás estar vivo sea esto: perseguir instantes que mueren”, buscar la belleza del mundo en la eternidad de los pequeños detalles.

Acá te cuento por qué me siento un Erizo Fisgón y por qué la diversidad que encuentro en los viajes son mis camelias.

Manifestaciones de Diversidad cultural en el mundo